Los días 15, 16 y 17 de octubre se dieron cita, en la Universidad de Buenos Aires, numerosos especialistas de la salud, movimientos ambientalistas y ciudadanos, para comprender mejor la dramática situación alimentaria que vivimos en las sociedades contemporáneas y visibilizar sus consecuencias.
El reclamo de los pobladores de los pueblos fumigados del interior del interior de la Argentina crece y se multiplica como la cantidad inexplicables de enfermos y muertos de enfermedades terribles. Muchos pueblos han logrado ordenanzas municipales que relativamente los protegen de la exposición a agrotóxicos, necesitamos visibilizar este conflicto que enfrenta a los formidables intereses económicos del agronegocio con el derechos a la salud y al ambiente sano de poblaciones anónimas e ignoradas.
La situación se agrava en entornos de campesinos ancestrales y pueblos originarios donde el impacto sobre la población desposeída es terrible.
Este 3º Congreso de Médicos de Pueblos Fumigados busca visibilizar esta situación y llevar el reclamo desoído y minimizado, a la opinión pública nacional y a la campaña electoral presidencial.
En 2015, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció lo que muchos médicos, afectados y vecinos sabíamos desde hace años: los pesticidas que más se utilizan en Argentina producen cáncer. Glifosato y 2.4 D, los herbicidas más consumidos son cancerígenos humanos.
A pesar de ello, 200 millones de litros-kilos de glifosato se consumen por año en la Argentina, generando una dosis potencial de exposición de 5 l-k por argentino por año. En las zonas agrícolas el monocultivo de soja (y en menor medida de maíz) se extiende en 25 millones de hectáreas en donde viven 12 millones de personas, los niveles de exposición (ya no potencial) se elevan a 30 – 60 l-k por persona, por año.
Los estudios realizados en más de 25 pueblos, de menos de 15.000 habitantes, en provincia de Santa Fé, Córdoba y Entre Ríos muestran que la primera causa de muerte es el cáncer (30% o más) desplazando por mucho a los problemas cardiorespiratorios (en Argentina la primera causa de muerte es cardiovascular con el 26% y la segunda el cáncer con el 20%); que las incidencias y prevalencias de cáncer en general triplican a las que se reconocen en la ciudades, que los enfermos oncológicos son más jóvenes que lo esperable, que los problemas respiratorios y endocrinos duplican las prevalencias esperadas y que el impacto en salud reproductiva es inocultable.
La perdida de embarazos deseados a través de abortos espontáneos e inexplicables tiene una tasa que va del 10% al 22% en mujeres de edad reproductiva en 5 años y las tasas de niños que nacen con malformaciones son el doble y a veces el triple de las tasas esperables o que se ven en todo el resto del país.
Sin embargo, los gobiernos provinciales de las provincias sojeras y el gobierno nacional parecen no escuchar el dolor de las familias rurales, pero aprovechan parte de las rentas agrarias a través de retenciones e impuestos como fuente de financiamiento a los gastos del estado.
Desgraciadamente el negocio de la soja en un negocio tóxico, que destruye el ambiente, desplaza poblaciones y enferma a las personas, además de producir granos y alimentos contaminados con venenos que producen cáncer y demás patologías.
El sistema se sostiene sobre la base de negar y ocultar el impacto en la salud agraria repitiendo afirmaciones publicitarias de las empresas multinacionales que proveen pesticidas y semillas transgénicas, acerca del carácter atóxico de sus agrovenenos.
En la actualidad producimos y consumimos alimentos cargados de residuos de venenos que generan enfermedad y nos alejan de la seguridad alimentaria. Los intereses comerciales del mercado del alimento nos niegan el derecho al alimento sano, en cantidad suficiente y accesible para todas las personas como un derecho humano esencial y ponen en crisis nuestra soberanía alimentaria.
Necesidad del 3º Congreso de Médicos de Pueblos Fumigados
Desde el primer Congreso en 2010, se generó mucho más conocimiento científico mundial y con más datos locales que reafirman nuestra observación; los profesionales de la salud y los investigadores nos reunimos para intercambiar nuestras experiencias y conocimientos adquiridos, de manera de poder ser más eficaces en defender la salud de nuestras poblaciones y a escuchar colectivamente el relato de los afectados en nuestra patria.
Texto: Red Universitaria de Ambiente y Salud.
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