Rafael Puente
Terminó la esperada Cumbre Alimentaria (que en realidad pasó a llamarse Cumbre Agropecuaria, lo que ya era un síntoma preocupante) y sus resultados resultan sumamente preocupantes. Para empezar, los delegados de la CSUTCB eran la mitad que los delegados de la CAO y simplemente no se los escuchó.
Se hizo a un lado la Ley de la Revolución Productiva y se tomó decisiones que, en conjunto, configuran un horizonte mental de desarrollismo puro y simple -que siempre fue el horizonte de la CAO, por supuesto-, ignorando olímpicamente el horizonte del Vivir Bien y el de la Soberanía Alimentaria, al igual que los derechos de la Madre Tierra, para concentrarse en la expectativa de generar mayores recursos por exportación (¿Acaso para compensar la disminución de ingresos por hidrocarburos?). Y, para colmo, se hizo a un lado la Constitución Política del Estado (CPE). Pero vamos por partes.
1. La deforestación masiva. Bajo el título de "ampliación de la frontera agrícola”, la Cumbre consagró el viejo proyecto de deforestación de millones de hectáreas de bosque -del poco que nos queda- que se destinarán a la siembra de alimentos (no precisamente para garantizar la canasta familiar, sino para la exportación).
Por lo visto a nadie le preocupaba el cambio climático, ni el calentamiento global, ni la creciente desertización de nuestras tierras bajas. Con esta decisión se viola los artículos 348, 386 y 387 de la CPE (que insiste en el carácter estratégico de nuestros bosques).
2. La promoción de la producción de transgénicos. Además de consolidar la producción de soya transgénica -desgracia que se viene produciendo hace ya 10 años-, se discutió la posibilidad de aprobar el cultivo de maíz y algodón transgénicos, y como tomar esa definición en la propia Cumbre resultaba demasiado provocativo, se le transfirió la decisión a la Asamblea Legislativa (que sin duda la va a aprobar, no tenemos por qué pensar que esta Asamblea será más independiente que la anterior, todo lo contrario).
No sólo está comprobado que los transgénicos son dañinos para la salud humana y animal -comprobación que no tiene carácter oficial, ya que los organismos oficiales de Naciones Unidas difícilmente se van a oponer a las dueñas reales del planeta que son las transnacionales-, sino que además está comprobado -y esta vez sí por la OMS- el carácter mortalmente dañino del glifosato, un agrotóxico inseparable de la producción de transgénicos. Además, aquí se viola el artículo 2558 de la CPE (que establece la prohibición de importación, producción y comercialización de organismos genéticamente modificados y elementos tóxicos que dañen la salud y el medio ambiente).
3. La eliminación de la Función Económico Social como condición para la tenencia de grandes extensiones de tierra cultivable. De esta manera se viola los artículos 393, 397, 398 y 401 de la CPE, ya que nuestra Carta Magna no da pie para ninguna postergación de esa condición, ni para ningún tipo de paréntesis (es lo mismo que cuando Sánchez de Lozada permitió el monopolio de una transnacional -ENTEL- con el argumento de que era "sólo por cinco años”).
4. La Soberanía Alimentaria. Esta meta programática (planteada en la CPE, artículos 2558, 3094 y 405) no sólo fue ignorada, sino que fue directamente contrariada. Para empezar, es un sarcasmo pensar que se puede favorecer esa soberanía sometiendo la producción a una poderosa transnacional, como es la Monsanto; y menos aun cuando el horizonte estratégico que se busca no es la alimentación de nuestra población, sino el incremento de las exportaciones.
En resumen, la esperada cumbre sólo nos ha proporcionado decepción y nos deja desarmados/as ante el poder transnacional -y de sus sempiternos aliados que con los señores de la CAO y la Cainco-, desarmados frente a una eventual crisis alimentaria mundial (pensemos sólo en el trigo que tanto consumimos y tan poco producimos) y desarmados ante el calentamiento global. ¿Será que vamos de la descolonización a una recolonización?
El autor es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
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