En una década, mientras la importación aumentó cuatro veces, la producción local se incrementó un poco más de media vez.
En el mercado Rodríguez de La Paz las vendedoras ofrecen papa, camote y cebollas procedentes de Perú. Lidia Huaricana, de 40 años, se dedica a la venta de tubérculos y hortalizas desde hace 25. Comenta que las dos variedades de cebolla que tiene disponibles son peruanas. En otro puesto, Leonor Huanca (45) vende desde su primera década de vida en ese centro de abasto. Mientras muestra una cesta llena de camotes explica que en Bolivia la producción de este alimento es casi nula y que deben traerlo también del lado de Perú.
Esa percepción de Leonor Huanca es correcta. Según una estimación del exdirector de CIPCA, Lorenzo Soliz, las importaciones –entre legales y de contrabando– de alimentos en la última década se triplicó. Un estudio de Gonzalo Flores es todavía más pesimista: da cuenta de que en entre 2002 y 2014 las cifras de internación se multiplicaron por cuatro.
En contraste, la producción local sólo aumentó en 64%, según datos del INE hasta 2014. Es decir que mientras la importación aumentó cuatro veces, la producción local se incrementó un poco más de media vez. De todas maneras, es un hecho que la población consume casi cinco veces más de alimentos, lo que es positivo, aunque éstos sean importados.
Si bien la mayoría de las comercializadoras de verduras, tubérculos, frutas, cereales, etc. del mercado Rodríguez afirman que no les afecta la variedad de lugares de procedencia de los alimentos que venden, los productores suelen manifestarse en contra. Sin ir más lejos, este año, agricultores de Parotani, en Cochabamba, obstaculizaron el paso de camiones que llevaban papa peruana.
La importación aumenta cuatro veces
Tomando cifras oficiales, Flores demuestra en su libro “Amargas cosechas” que la importación de animales vivos y productos alimenticios creció 4,2 veces entre 2002 y 2014, de 166,7 millones de dólares, a 708,1 millones. La carne y preparados de carne aumentó 6,5 veces, a 7,6 millones. La importación que más creció fue la de “productos y preparados comestibles diversos”, en siete veces (700%), a 152, 8 millones. También crecieron, en 300%, los productos lácteos, los cereales y el pescado y mariscos.
La producción local, que como hemos visto aumentó en sólo 64%, lo hizo además gracias a la siembra y cosecha de soya, la cual no sirve para alimentación humana y se exporta en forma de torta para alimentar al ganado vacuno. La producción agrícola en Bolivia aumentó de 11,2 millones de toneladas métricas a 17 millones entre 2005 y 2014, según el INE. En superficie cultivada, ésta creció de 2,2 millones a 3,5 millones de hectáreas en la actualidad.
Ese aumento se explica en el crecimiento de las oleaginosas. En 2005 el país producía 1,6 millones de toneladas métricas, que subieron a 2,6 millones en 2015. De toda su producción agrícola, sólo el 25% es de alimentos y el resto son oleaginosas o productos industriales como caña de azúcar.
“Si uno mira el volumen total de alimentos, ha crecido, pero ha crecido de una manera deforme, sobre todo en el campo de las oleaginosas y particularmente en el campo de la soya. Esa ya no es tan buena noticia (porque no son alimentos para las personas). La producción de alimentos en Bolivia está, más bien, en una situación inercial, avanza por el efecto del impulso de años anteriores”, explica Flores.
Lorenzo Soliz, el exdirector de CIPCA, coincide: “la ampliación de la superficie cultivada mantiene una tendencia en los últimos 25 años de incremento cada vez mayor de los cultivos agroindustriales” y “un estancamiento de las superficies destinadas a la producción alimentaria nacional (tubérculos, hortalizas, frutales)”.
Más producción, pero bajo rendimiento
Según el Plan de Desarrollo Económico y Social 2016-2020, hacia el 2014 la superficie cultivada en Bolivia era de 3,5 millones de hectáreas y la producción agrícola fue de 16, 6 millones de toneladas métricas. Para el 2015, el Observatorio Agroambiental tiene una cifra de 17,2 millones de toneladas de producción agrícola dividida en siete tipos de cultivo (cereales, estimulantes, frutales, hortalizas, oleaginosas e industriales, tubérculos y raíces y forrajes).
Sin embargo, Flores afirma que los rendimientos (cantidad de producto obtenido por unidad de superficie) en Bolivia están por debajo del promedio de la región. Este especialista comenta que algunos de los productos que padecen de esta situación son el maíz, la papa e incluso la soya, si se hace una comparación con los promedios regionales. Esto se debe, a su criterio a la escasa incorporación de tecnología.
En el artículo “Los rendimientos de cultivos y la agricultura en el Estado Plurinacional de Bolivia” (2016), el investigador César Oliver Cortez afirma que “los bajos rendimientos obtenidos por los agricultores en Bolivia, como consecuencia del deficiente uso de los insumos y recursos, y la escasa o nula preparación técnica de buena parte de los agricultores, es la principal causa de la pobreza en las zonas rurales de nuestro país, y esta situación los obliga a migrar a otras regiones con la esperanza de mejorar su situación económica”.
Ahora, como ejemplo de la deficiencia en el ámbito tecnológico y su repercusión en bajos rendimientos, Flores explica que se debe partir de buenas condiciones de riego, buenas semillas, que sean certificadas, fertilización y prácticas culturales. No obstante, la Dirección Nacional de Semillas, dependiente del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal, tiene contabilizado un incremento de 6.938 TM en la gestión 1987 a 105.265 TM de semilla certificada al 2016.
A su vez, el analista económico Alberto Bonadona, quien coincide en que Bolivia, en comparación con países vecinos, es uno de los de menor productividad, también ve en lo tecnológico una solución para mejorar la situación del agro. “Se requiere una nueva forma de enfocar la economía y la producción particularmente en la que se genere producción propia, que puede ser importada, pero adaptada a una realidad nacional”, sostiene.
Por otra parte, para el 2025 la Agenda Patriótica proyecta que “Bolivia ya no será un país agropecuario con productores que usan tecnologías obsoletas”. Además, se lee en ese documento, el arado egipcio se convertirá en “en una pieza de museo”.
Planes del Gobierno
En el medio de esta situación están los planes y proyectos de Gobierno –Plan de Desarrollo Económico y Social 2016-2020 y Agenda Patriótica 2025– respecto a la búsqueda, entre otras metas, de mejorar la alimentación boliviana. “Hemos sido coherentes en estos once años de Gobierno y se logró elevar los niveles de producción para garantizar seguridad y soberanía alimentaria”, dijo el ministro de Desarrollo Rural y Tierras, César Cocarico, el 16 de julio de este año.
En un país donde históricamente predominó la explotación minera y de hidrocarburos, la mirada hacia potenciar el agro se dio entre las décadas de los años 40 y 50 del siglo pasado. En esos tiempos también se comenzó a procesar y sistematizar datos de esta área económica. En la actualidad, existe el Observatorio Agroambiental dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras como instancia encargada de ello.
Como la problemática de la producción de alimentos ha estado en la palestra pública en los últimos años, en 2015 se desarrolló la Cumbre Agropecuaria “Sembrando Bolivia”. Desde distintos sectores se criticó que no se hayan tocado a profundidad temas como la expansión de la frontera agrícola –que implica mayor deforestación–, el uso de agroquímicos y semillas transgénicas.
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