Hungría ha decidido eliminar todas las plantaciones de semillas transgénicas de Monsanto, alrededor de 500 hectáreas de cultivos de maíz que la transnacional de productos agrícolas y gigante de la biotecnología tiene en el país, según informó el Ministro de Desarrollo Rural, Lajos Bognar.
Durante la operación, el polen del maíz transgénico no fue dispersado por el aire, por lo que no significó ningún peligro de contaminación de otros cultivos. Esta no es la primera vez que Hungría destruye cultivos modificados genéticamente; en 2011 destruyó 1.000 hectáreas de maíz transgénico contaminado.
Cada país podrá decidir el uso de semillas modificadas dentro de su territorio
La Unión Europea se ha decantado por no fijar una posición única y ofrece la posibilidad a los distintos Gobiernos de prohibir los cultivos que otros Gobiernos sí pueden admitir. España, el principal productor de maíz transgénico de la UE, se ubica claramente en el bloque de Estados favorables a este tipo de cultivos.
Los cambios no parecen haber contentado a nadie. Para Monsanto, la única empresa que opera ahora en Europa con su maíz transgénico, que los Estados puedan prohibir las autorizaciones para nuevos cultivos modificados "socava el mercado único". "Es un precedente peligroso", ha sostenido Carlos Vicente Alberto, responsable de Sostenibilidad para Europa y Oriente Medio de Monsanto.
Justo en la postura opuesta está Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción, para quien los cambios aprobados este martes —que entrarán en vigor en primavera— implican "agilizar la tramitación de nuevos transgénicos", algo de lo que se beneficiarán las empresas. "Puede suponer una entrada masiva de transgénicos en España", ha alertado Kucharz.
Miranda, del Ministerio de Agricultura, no ha ocultado que el objetivo que ha perseguido España en las negociaciones ha sido que se desbloqueara la aprobación de los permisos para los nuevos cultivos que ya cuentan con el aval de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria. Cinco de esas autorizaciones llevan años a la espera de una decisión de la Comisión Europea, ha apuntado Carlos Vicente, de Monsanto. Pero la división de opiniones entre los países hace que no exista una mayoría suficiente para aprobar o rechazar esos nuevos permisos que están en cola.
Los cambios introducidos ahora en la directiva sobre cultivos permitirán que cualquier Estado pueda vetar un transgénico en su territorio. "Y autoexcluirse del proceso de autorización", añade Miranda. "El problema es que no se ha establecido que los países que se autoexcluyan queden fuera de las votaciones sobre nuevos permisos", ha resaltado este cargo de Agricultura. Es decir, los Estados que decidan vetar un cultivo modificado en su territorio podrían seguir decidiendo sobre las autorizaciones que afectan a otros países favorables al uso de las semillas transgénicas. "El bloqueo a los permisos se podrá mantener", ha indicado Miranda.
"El debate entre los pro y los antitransgénicos está lejos de concluir", ha apuntado el eurodiputado liberal belga Frédérique Ries, ponente de la legislación durante su tramitación parlamentaria. "Este acuerdo permitirá más flexibilidad para los Estados miembros", ha añadido. Entre los grandes países de la UE las posiciones se dividen entre los favorables a este tipo de cultivos (Reino Unido y España) y aquellos que se oponen a su desarrollo (Alemania y Francia).
Greenpeace, al igual que Ecologistas en Acción, ha interpretado que los cambios introducidos permitirán que algunas comunidades autónomas cumplan su deseo de vetar los transgénicos. "Animamos a las comunidades autónomas a seguir los pasos del País Vasco y solicitar la prohibición de estos cultivos en su territorio", ha sostenido Greenpeace. El Ministerio de Agricultura recuerda que las autorizaciones para cultivos son competencia estatal.
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